PRESENTACIÓN.

BIENVENIDOS, AMIGOS Y POTENCIALES HEDONISTAS.

Agradeciendo su curiosidad, aprovecho para comentarles que el leitmotiv de este blog no pretende ser otro que compartir mi afición por la buena cocina. Sencilla pero, al mismo tiempo, original y espontánea, donde la estética vaya pareja al sabor y cada receta, sincera en su origen, se convierta en algo propio y querido.

Igualmente, no podría faltar en este rincón culinario una parte fundamental en la vida de todo sibarita impenitente: el descubrimiento, opinión y crítica de cualquier establecimiento gastronómico de interés que, a lo largo de nuestra vasta geografía, pueda servir de orientación a los peregrinos de la buena mesa.

Así pues, y sin más preámbulos, les invito a colaborar compartiendo experiencias, dejándose aconsejar o, simplemente, entreteniéndose con las palabras se se cuecen en este sabroso foro... Eso sí, siempre con dispensa de gula.

Un saludo. Sr Lobo.

miércoles, 27 de julio de 2011

Un postre "postrero": Il Grande "Tiramisù"

Hola queridos y abandonados seguidores.

Es verdad. Tienen razón en sus resentidos y biliosos pensamientos. Les tengo harto descuidados, pero es que, entre la necesaria transición  -que en mi caso dura ya más de un mes- del saludable trabajo al dañino e inconveniente asueto (pues ya conocen de mi adicción laboral y, ante el violento shock que me produce un cambio tan brusco, necesito adaptarme, poco a poco, a tan perniciosa indolencia) así como otros asuntos de carácter personal y culinario que me han tenido gratamente ocupado, apenas he dispuesto de tiempo más que para lamentarme de tan excesivas y prolongadas vacaciones (y lo peor es que aún me queda, desgraciadamente, mes y medio) dedicándoles, eso sí, algún que otro pensamiento entre tinto y tinto de verano.

Como compensación al calvario que han debido sufrir en espera del faro gastronómico que ilumina sus gulas, voy a regalarles las tragaderas con una receta que, en este caso, debo reconocer con orgullo y satisfacción (aquí pueden ponerme voz de Borbón, si quieren), que no es del señor Lobo sino, atención amigos, de una nueva y, hasta ahora, desconocida lectora -cuyo buen gusto y criterio queda, desde este momento, fuera de toda duda-, y que ha tenido la deferencia, amabilidad y acierto de enviarla a la dirección de vuestro amado e imprescindible Blog… Igual pueden tomar ejemplo, perezosos y flemáticos acólitos.

Así pues, en honor de esta, ahora fiel e inteligente, seguidora: Alejandra Jiménez, voy a reproducir la receta que, como bien nos indica, viene a llenar un vacío imperdonable en este templo del placer, pues debo reconocer que la carencia de consejos reposteros es producto de mi poca afición a los dulces, siendo el tiramisú, sin embargo, por sus características e ingredientes (queso, café, licor amargo, etc.) uno de los pocos por los que, verdaderamente, siento debilidad.

Por lo tanto, sin más demora, paso a redactar tan suculento broche, aprovechando para dar la bienvenida a nuestra nueva y gulosa compañera -quien aumenta el desproporcionado número de lectores, comentaristas y seguidores de esta página-, animándola, así mismo, a participar activamente en este foro del deleite.

Gracias de nuevo Alejandra.

Bien, el tiramisú, como todos saben es una receta tradicional de Italia, cuyos orígenes son inciertos, ya que muchos lo ubican en la Toscana y la mayoría en el Véneto, discutiéndose también si es antigua o relativamente reciente.
Al igual que muchas otras cosas, dada la influencia italiana en Argentina, el país gaucho también la adopta y, quizás, la inclusión del queso mascarpone -que parece ser que en la receta histórica no existe- derive de estas latitudes.

Como anécdota, su nombre procede fonéticamente del italiano vulgar y un poco dialéctico “tirami sù”, o sea, más o menos “tráeme arriba”, en referencia a cuando alguien se anima o “se viene arriba” por el efecto aparente de sus ingredientes (café, cacao, azúcar…). Hay quienes, incluso, sitúan su génesis en los burdeles de Venecia, con lo que el término ya adquiere otras connotaciones más específicas y calenturientas…

Bueno, sea como fuere, la cosa es que la actual receta, y en particular la que nuestra amiga Alejandra nos manda, es una gozada, pues siguiéndola al pié de la letra y, a pesar de ser la primera vez que la hago, he conseguido un resultado más que notable.

De esta forma, y sin más preámbulos, les describo su elaboración.

Empezaremos enumerando los ingredientes que son, básicamente, los siguientes: huevos; queso mascarpone; azúcar; café; bizcochos savoiardi; algo de chocolate y, opcionalmente, licor de almendra amargo (amaretto).
La cantidad de éstos dependerá del tamaño del recipiente que se utilice para su preparación pero, en términos generales, para una bandeja de horno mediana (seis u ocho personas) el número puede oscilar entre: dos o tres huevos, una tarrina normal de mascarpone, un vaso y medio o dos de café y dos cucharadas de azúcar. El resto se va viendo sobre la marcha.


En primer lugar, se cascan los huevos separando las yemas de sus claras y, en un cuenco aparte -obviamente-, se baten las claras hasta que estén a punto de nieve. Una vez montadas se reservan en el frigorífico mientras elaboramos el resto de la crema (no debe pasar mucho tiempo hasta entonces, pues podrían fastidiarse).


A continuación batimos las yemas con un par de cucharadas soperas de azúcar -preferiblemente moreno, de caña integral, pues moderará algo el dulzor- y una cucharilla prudente de café en polvo, que le dará un toquecito particular (truquito de la autora). Cuando se disuelva todo, se añade el queso mascarpone (toda la tarrina) y seguimos batiendo para que emulsione el conjunto, obteniendo una masa cremosa que debe quedar ligera y untuosa. Inmediatamente, mezclamos con la clara montada, dándole “caña” a las varillas con un buen juego de muñeca, sin prisa pero sin pausa…Como cuando eran púberes adolescentes y se encerraban en el baño… bueno, y como ahora también, para que nos vamos a engañar…


Llegados a este punto, tengan en cuenta que la crema tiene que resultar suave y consistente, es decir, que fluya con facilidad pero conservando algo de cuerpo e integrándose totalmente en textura, color y sabor. Pruébenla para ir imaginando el resultado. Acabada ésta, se tapa con un film y se guarda en la nevera.


Y ahora la parte, digamos, “sólida”… Los bizcochos savoiardi son unos muy típicos, como de soletilla, alargados en forma de dedos (“lady fingers”), muy ligeros, que tienen algo de azúcar en un lado y el otro es de consistencia dura. Los auténticos italianos son algo más tostados y crujientes, pero cualquiera del tipo (siempre que sean más bien duritos) puede servir.
Pues bien, se prepara el café (“solo”, claro) y para mi gusto, fuerte y sin azúcar, ya que, entre la añadida a las yemas, el queso, los bizcochos y el cacao posterior, es más que suficiente. “Secondo me” éste debe ser un postre donde el dulzor no sea demasiado preponderante.

Así pues, en una bandeja o cuenco se vierte el café, que debe superar los dos o tres centímetros de volumen -pues su función será empapar los savoiardi para ablandarlos un poco y que absorban todo su sabor-, enriqueciendo éste con un buen chorreón de licor amaretto (pero sin pasarse o dominará), lo que le proporcionará uno de los sabores característicos a este postre.


En este momento "gasten cuidiado" amiguitos, pues un exceso de líquido -especialmente si el café está aún caliente- puede reblandecer los bizcochos en demasía, corriendo el riesgo de romperse, ya que, aunque integrados, se tienen que notar un poco en el conjunto acabado. Por tanto, unos segundos sumergidos (dándoles la vuelta si no quedan completamente cubiertos) es más que suficiente. Cuando noten en los dedos que se empiezan a ablandar -es decir, que ya han “chupado” todo el café que debía- lo sacan y lo colocan en la bandeja elegida para ir montando el plato, formando una base bien apretada.


Así, una vez completada la primera capa de bizcochos, se pasa a cubrirlos generosamente con la crema anteriormente elaborada. En cantidad. Para que la textura cremosa sea la que predomine. Alisamos un poco (aunque en esta primera cobertura no es muy importante) y distribuimos encima unas “perlas” de chocolate -esto se compra en cualquier súper-, sin cortarnos, pues será muy agradable encontrárselas en el interior del dulce.


A continuación, disponemos una segunda capa de savoiardi, como anteriormente se ha descrito, y volvemos a cubrir con el resto de la crema. Deben tener, como mínimo, el mismo grosor tanto una capa como otra (cuatro en total, dos de cada). Es decir, que no nos quedemos cortos de "cream".

Ahora sí. Alisamos bien con una espátula, “lengua” (no orgánica, por favor) o similar -pues ésta es la última cobertura, que se verá exteriormente-, y repartimos de nuevo las perlas de chocolate; espolvoreando, finalmente, con cacao en polvo a través de un colador, para que no se acumule y forme una película fina. También puede ser chocolate rallado o, muy socorrido, “cola-cao”, mismamente... ...Ya..., ahora a todos les ha venido a la cabeza lo del tarado aquél, al que desplumaron unas putas, contando en la tele que le habían echado “droja en el kolakao…”

Para acabar, la presentación que más me gusta es con un molde redondo y pequeño.


Se introduce tal cual, en la bandeja, cortando el pastel que previamente se ha debido enfriar durante unas horas en el frigo y, con una espátula o cuchara, se saca del conjunto, sin que se caiga o rompa, colocándolo sobre el plato que vayamos a utilizar y desmoldándolo. O sea, el dulce quedará en forma de cilindro (un vaso chato, en su defecto, puede ser una alternativa).

Por último, se puede acompañar y adornar con un poco de “caramelo de amaretto”, que elaboraremos reduciendo un buen vaso del licor con media cucharilla de azúcar en una sartén o cazo, a fuego fuerte primero y medio después, hasta que evapore el alcohol y quede una tercera parte, o menos, del licor, formándose una especie de almíbar. Se deja templar un poco y se mete en un “biberón” (no se lo vayan a dar al niño) o recipiente desde donde se pueda aplicar en “chorreoncitos”, ya saben -a unas malas con una cuchara, ¡carajo!-, metiéndose también en la nevera para enfriarlo y esperar a que espese. Otra opción es acompañar de una esfera de helado que la vaya bien (café, stracciatella o incluso amaretto, si lo encuentran).

Pues ya ven, parece más difícil de lo que en realidad es. Aunque, como todo, es cuestión de ir cogiéndole el rollo con la práctica, pues sólo de esta forma iremos viendo los fallos a mejorar o adaptándolo a los gustos de cada uno.
Por otro lado, dura un “bel’ po” en la nevera, por lo que se puede comer poco a poco, a medida que se hace algo de ejercicio para rebajarlo, que se me están poniendo muy gordos, pelafustanes, y van a tener que desplazarse rodando… Yo, por mi parte, estoy encantado con la receta, pues poco acostumbrado como estoy a la repostería (como ya les indiqué), me hace ilusión el resultado, así que será, sin duda, el postre que “haiga” el próximo e inminente “Día de la Cena”, compadre…

Como colofón, otra de las virtudes de esta única y exclusiva receta de sobremesa, es el poder recomendarles, como maridaje, un buen vino de postre, a los que sí soy hartamente aficionado y que, desde mi punto de vista, es lo mejor para acompañar el dulce (déjense de chorradas tipo: “el tinto cuando mejor está es en los postres”, o de malograr un buen cava o champagne brut, sacándolo de su contexto culinario).

Así, pueden elegir desde un excelente “Pedrito” de cuerpo alquitranado, hasta un fresco moscatel; pasando por un natural y pasificado monastrell o un “ahumado” y equilibrado Tokaji húngaro. Sin contar con los sauternes franceses -aunque en este punto yo soy un poco antigabacho- o los “vi de gel” alsacianos… Y, si encima, rematan (a quien sea aficionado e inteligente) con un buen habano…uf… 


Pues ya saben amigos, busquen, comparen... y si encuentran algo más chulo, pongan el culo… Aquí se les tratará como merecen, siempre y cuando me coman bien. Anímense a escribir y no se me despisten, que si ya están mareados por el ritmo vertiginoso de publicaciones y actualizaciones habituales de este Blog, estén atentos durante el verano y verán…, tendrán que tomar biodramina…, que ya tengo algunos posts en la talega a la espera de ir sacándoselos…

Y recuerden: La bula más chula es Dispensa de Gula... (coño, que improvisación más casposa… Se admiten “jingles”...)

Sr. Lobo.

PD. Receta de Alejandra Jiménez.