PRESENTACIÓN.

BIENVENIDOS, AMIGOS Y POTENCIALES HEDONISTAS.

Agradeciendo su curiosidad, aprovecho para comentarles que el leitmotiv de este blog no pretende ser otro que compartir mi afición por la buena cocina. Sencilla pero, al mismo tiempo, original y espontánea, donde la estética vaya pareja al sabor y cada receta, sincera en su origen, se convierta en algo propio y querido.

Igualmente, no podría faltar en este rincón culinario una parte fundamental en la vida de todo sibarita impenitente: el descubrimiento, opinión y crítica de cualquier establecimiento gastronómico de interés que, a lo largo de nuestra vasta geografía, pueda servir de orientación a los peregrinos de la buena mesa.

Así pues, y sin más preámbulos, les invito a colaborar compartiendo experiencias, dejándose aconsejar o, simplemente, entreteniéndose con las palabras se se cuecen en este sabroso foro... Eso sí, siempre con dispensa de gula.

Un saludo. Sr Lobo.

jueves, 17 de marzo de 2011

Pecorino tartufato y rúcula

Hola amigos.

Tras un suspenso temporal indefinido en las páginas de nuestro querido blog (causado por diversos motivos de índole personal y laboral, entre los que no ha faltado una perseverante y virulenta indolencia) vuelvo a retomar las teclas de este convaleciente sitio -que también es de ustedes-, con la firme intención de rescatarlo del  oscuro y frío ostracismo en el que, desgraciadamente, yacía sepultado.

Así pues, una vez superado el estrés post-vacacional, consolidado el habitual cambio de domicilio y pespunteado los flecos oposicionales, vamos a reabrir (como diría el chef Ramsay) este ágora culinaria con nuevo diseño, renovadas expectativas y buenas intenciones, esperanzados en que semejante compromiso sea suficiente para recuperar el vertiginoso y envidiable ritmo de artículos y comentarios del que siempre ha gozado.

Y para empezar a calentar boca, comenzaremos con una receta "marca de la casa", tan sencilla como exquisita, veterana ya en mis cenas ocasionales (circunstanciales o cotidianas) por su rapidez de elaboración, ligereza y polivalencia. Se trata, señores y señoras, lectores y lectoras, sibaritas y sibaritos..., de un simple pero efectivo "pecorino al tartufo bianco e rucola"... Sí amigos, ni más ni menos que un buen queso sobre lecho de hojas, rociado con exclusivo aceite de trufa blanca.

Y dirán ustedes -no sin cierta razón- ¿se puede escribir más de dos líneas con semejante receta...? Pues estén atentos al número y al color compañeros, porque su añorado Sr. Lobo, no sólo va a escribir bastantes más, sino que además les va a enseñar unas estupendas y frescas imágenes -de anoche mismo- con las que, a buen seguro, salivarán como hienas. Atenzione ragazzi!

Bien. Para empezar se hace necesario hablar de los ingredientes, el número de los cuales  estoy seguro no ha escapado a la acostumbrada agudeza y perspicacia que les caracteriza como lectores de este blog, esto es: queso, lechuga y aceite. Sin embargo, no se dejen engañar por la escueta apariencia del asunto ya que, aunque los componentes pueden ser los mismos en cualquier caso, la receta en particular lo es sólo en el que les expongo a continuación.

Pero ¡ah!... Detén tus dedos narrador, pues antes de seguir explicando este plato se me antoja necesario contarles, brevemente, el origen del mismo. Sus antecedentes se remontan a mi época italiana, en Florencia, cuando recién llegado y con las tripas ya pendientes de trabajar con productos autóctonos -más por hambre que por curiosidad-, seleccioné de la pizarra de una típica y bonita cantinetta  el panino que, por precio y nombre, parecía más contundente: "pecorino tartufato", 4500 liras.
De esta forma, mientras esperaba ansioso un buen ejemplar rebosante de carne o algo parecido, vi como el camarero cortaba un poco de queso, lo colocaba sobre unas hierbas desconocidas y lo rociaba con una botellita de aceite..., pañuelito de papel y tirando...
La primera sensación fue la cara de tonto que se me quedó con el bocadillo más caro de la lista en la mano, pensando en las muchas otras más baratas y recias opciones que había descartado, pero, al primer bocado la cara de pena se transformó en curiosidad, y más tarde en deleite y adicción, añadiendo dos nuevas palabras a mi vocabulario transalpino: pecorino (queso italiano de cabra) y tartufo (trufa); eso sin contar esa especie de hoja amarga y ácida que en España entonces apenas se conocía, la rúcula o rucola italiana.

En definitiva, que se trata de disponer de un buen queso, si es posible de cabra, y siempre con una curación media ("semi") o tierno -incluso fresco si se tercia-, pues es el que mejor conjuga con la ligereza de la rúcula y el sabor delicado de la trufa.


Así pues, lo primero que debemos hacer es la "cama" o "lecho" que formará la base de ensalada, por llamarlo así, de este plato. Como se ha explicado, para ser fiel al origen, además de un perfecto ensamblaje por su característico amargor y frescura -que equilibra perfectamente la textura grasa del queso-, se utilizará preferentemente rúcula, aunque cualquier tipo de lechuga sería válida, como la hoja de roble o una buena mezcla de brotes tiernos, más delicados que aquella pero con menos sabor.

Para contenerlos es preferible un plato de base honda, donde esparciremos las hierbas, sazonándolas abundantemente con sal gorda (para que penetre por todos lados), y posteriormente aliñaremos ligeramente con el olio tartufato, ya que también la lechuga debe estar aromatizada con el excepcional sabor de la trufa.

El aceite utilizado debe ser, si es posible, de trufa blanca, pues es éste el mejor y más caro de los hongos, exclusivamente silvestre y único del norte de Italia. Obviamente, aunque el aceite en cuestión (ya nombrado al principio de este blog, en la despensa) es costoso, será, evidentemente, mucho más asequible en precio y disponibilidad que el preciado tubérculo, encontrándolo normalmente en tiendas gourmet o, al menos siempre, en el oportuno "rincón" del recurrente Corte Inglés. 

Cuando lo utilicemos debemos tener en cuenta que la trufa es excepcionalmente aromática, por lo que debemos ser discretos -además de ahorradores- en este paso previo, moviendo la rúcula para mezclar el sabor de ésta y la sal.
A continuación, cortaremos el queso  en finas cuñas y lo iremos disponiendo ordenadamente por encima de la rúcula, casi cubriendo ésta y asentándola con su peso, para después rociar cada triángulo de cabra con unas gotas generosas del aceite trufado.


Así, el perfume "gaseoso" de la trufa blanca se mezcla con el frescor de la ensalada, invitando a comer, lo cual se hará acompañado de unos buenos piquitos -grissini si queremos continuar con el punto italiano- y siempre, como condición "sine qua non", utilizando las manos y nunca el tenedor.

Sí señoritas, se coge un pedazo de queso con los deditos, acompañándose de unas pocas hierbas (imprescindible esto último) para que su trayecto a la boca sea en feliz conjunción. Crujiente la rúcula y la sal, sedoso y aterciopelado el queso ungido de óleo. Jamás cometan el pecado de profanar esta comunión con unos cubiertos que envilezcan el natural recorrido de sus componentes. El sabor y las sensaciones no serían lo mismo, se lo aseguro.


Por otro lado, la polivalencia, ligereza y frescura de este plato admite todo tipo de riego, desde una fresca cerveza, hasta un espumoso (cava o champagne), vino blanco o rosado. Pero yo prefiero, sin duda, un buen tinto vigoroso, joven o con un poco de crianza; tipo chianti classico o rosso di montalcino si quieren hacer la gracia (eviten en este caso los supermercados), aunque también pueden dejarse de snobadas y abrir una apuesta segura, de la tierra, como un Barbazul roble del 2009 (Arcos), o, si quieren estirarse un poco más, un Pasoslargos roble 2005, de Ronda, por citar un par de ellos. Por cierto, ya les hablaré en otro artículo del singular "pinot noir" de los Aguilares, de cuya "medalla de oro" tengo reservada una botellita para la próxima cena, compadre.

Dunque, como ven, se trata de una receta fácil, rápida y ligera; pronta para cualquier noche que se tercie delante de un buen film, en amistosa o conyugal charla o, por qué no, para olvidarse de todo lo anterior.

Así pues amigos, no se corten. Pruébenlo, abran el puño y compren l'olio tartufato, aficiónense al placer de comer bien en cualquier momento y, sobretodo, a leer este panegírico gastronómico -y, si es posible, incluso a comentarlo-..., cocinen y coman como lo que son, y no como lo que parecen..., o al contrario, no sé.

Y recuerden..., al menos aquí siempre disfrutarán de dispensa.

Sr. Lobo.






4 comentarios:

  1. Buenas Sr. Lobo,

    Aquí el kaputo, semper fidelis.

    Al hilo de los vinos el otro día probé el tinto barbazul, me gustó mucho.

    Bueno socio, a ver si te pasas por aquí y nos damos un paseíto.

    un abrazo

    18 de marzo de 2011 00:09

    ResponderEliminar
  2. Ahora toca uno con mas elaboración, sin desmerecer ni un ápice los ya expuestos. No sea que además de la gula, practiques la pereza, cosa que tampoco me extrañaría dada la aficción del autor a los pecaditos capitales. Si seguimos por esta línea de la simplificación, reivindico el bocata de chorizo:
    Ingredientes: Bollo de pan blanco y chorizo bien curado (a ser posible del Pacorro).
    Preparación:
    1. Abrir bollo, puede ser con las manos.
    2. Quitar pellejo al chorizo (si es delgado y no se quita con facilidad, pa dentro, sin miramientos)
    3. Quitar la guita, normalmente en uno o los dos extremos del chorizo.
    4. Colocar el chorizo en el centro del bollo abierto (se puede quitar el migajón si se quiere guardar la linea y poner el miembro en su lugar).
    5. Degustar a bocados, se recomienda a la sombra y con un litrazo de birra.

    Majareta.

    19 de marzo de 2011 02:20

    ResponderEliminar
  3. Estupenda receta amigo Majareto, digna de ser recogida en los "resuelve-problemas", incluso en su versión bollo preñado (boquete al pan y empujón). Sin embargo querido exiliado, el chorizo, aquí en España -y especialmente en Andalucía-, empieza a ser un producto protegido, por lo que mejor elegir otro cárnico y dejar éste en su hábitat natural (EREs fraudulentos, falsedad en subvenciones, apropiaciones indebidas, etc.) tan fecundo en la "estación" de Crisis.
    Como alternativa, por ejemplo, podríamos usar la morcilla, igualmente castiza y "más visceral", pues ya lo cantaba el famoso anuncio: "Sangre..., Arroz..., piñoones... y triipaa...: ¡Moorciillaaa!"

    Un abrazo Pazzo.

    Pd. Prometo, no obstante, no abusar del minimalismo y aumentar la enjundia en la próxima receta.

    Sr. Lobo

    19 de marzo de 2011 12:14

    ResponderEliminar
  4. Por cierto, fiel Kaputo, espero poder hacer una escapadita por tierras hispalenses y/o gaditanas. Eso sí, únicamente por motivo de trabajo..., como prospección para revitalizar y extender la sección de "El Sitio". Confío en tu capacidad como Cicerone -ahórrate el premio- para que me enseñes cositas buenas...

    Otro abrazo abogado.

    Sr. Lobo

    19 de marzo de 2011 12:26

    ResponderEliminar

A ver...