PRESENTACIÓN.
BIENVENIDOS, AMIGOS Y POTENCIALES HEDONISTAS.
Agradeciendo su curiosidad, aprovecho para comentarles que el leitmotiv de este blog no pretende ser otro que compartir mi afición por la buena cocina. Sencilla pero, al mismo tiempo, original y espontánea, donde la estética vaya pareja al sabor y cada receta, sincera en su origen, se convierta en algo propio y querido.
Igualmente, no podría faltar en este rincón culinario una parte fundamental en la vida de todo sibarita impenitente: el descubrimiento, opinión y crítica de cualquier establecimiento gastronómico de interés que, a lo largo de nuestra vasta geografía, pueda servir de orientación a los peregrinos de la buena mesa.
Así pues, y sin más preámbulos, les invito a colaborar compartiendo experiencias, dejándose aconsejar o, simplemente, entreteniéndose con las palabras se se cuecen en este sabroso foro... Eso sí, siempre con dispensa de gula.
jueves, 26 de mayo de 2011
El paraíso perdido y licencia para elucubrar.
sábado, 7 de mayo de 2011
"Tagliatelle con berberechos", cuando la pasta y el mar se concilian.
Bien, pues más allá de lo que cualquier advenedizo sabe, el secreto está, fundamentalmente, en dos cosas: el caldo o agua de cocción y el momento apropiado para cocinar los berberechos.
Esto es fundamental, ya que, un agua que haya recibido en bullente ofrenda el cuerpo de gambas, cigalas, percebes o cangrejos -además de sus huesos de rape o similar- es, como todo cocinillas que se precie sabe, el mejor "oro" que pueda conservarse en un congelador. Por tanto, en cantidad abundante -pues la pasta debe cocer con soltura- y aplicando un dadivoso puñado de sal, debe ponerse el preciado líquido a hervir, momento en el cual introduciremos los tagliatelle.
De esta forma, se pica en láminas una cabeza de ajo (no debe faltar nuestra más paradigmática bulbácea) y se sofríe con abundante aceite, acompañado de perejil fresco. Simplemente se dora un poco y se reserva.
Y ahora presten atención, compañeros, porque viene lo más importante.
En ese momento, cuando ya ha consumido casi todo el caldo de refresco, se echan los berberechos (un buen puñado por comensal) -la sartén ha de ser grande para que todo pueda moverse con facilidad y no se amalgame-, se añade la hueva y se tapa la sartén, al tiempo que se mueve para que las almejas vayan abriéndose.
De esta forma, será el caldo que suelten los berberechos (más el añadido anteriormente) el que terminará de cocer la pasta, dándole el punto final y proporcionándole todo el gusto a aquella. En cuanto abran, se vuelve a espolvorear, discretamente, con un poco más de perejil recién picado y... al plato.
Los tagliatelles deben quedar sueltos, es decir, que resbalen por el tenedor, con su poco de caldo. Y los berberechos (algunos de los cuales ya estarán desnudos de concha y perdidos en la pasta) deben mezclarse un poco para repartirlos bien y que aquellos absorban su sabor.
Y nada más necesita este plato... Aunque yo a menudo lo enriquezco con gambas, chipironcitos o un poco de pescado (siempre en el refrito, con el ajo y el perejil). Pero, eso sí, ya no serían unos "tagliatelle alle vongole" sino una pasta "ai frutti di mare", lo cual tampoco está nada mal, aunque estaríamos hablando de otra receta.
Por último, el acompañamiento ideal ya lo pueden imaginar. Todo aquello que refresque y participe del sabor yodado del plato. Desde un cava rosado, como el "Agustí Torrellò" o el pinot noir de "Sumarroca" -también blanco, como el "Gramona Imperial Gran Reserva"- hasta, por supuesto, un champagne (el "Perrier-Jouët Gran Brut" de la última cena costera me gustó mucho); pero siempre que tengan algo de cuerpo; pues el plato, aunque marisquero, es contundente en sabor.
Por otro lado, aparte de los espumosos, nunca le va mal un buen rosado -excepcional el último de los "Aguilares" de Ronda- o un blanco vigoroso, con algo de madera o criado en sus lías, como el Albariño "Tricò" o un "Guitian Godello" de Valdeorras…Vamos, que no descuiden el maridaje..., al menos, gastronómicamente hablando.
Sr. Lobo.